domingo, 26 de septiembre de 2010

Érase una vez una fuente de vida

El pasado viernes, el Nuevo Diario de Santiago del Estero publicó un artículo en el que señala que “un equipo técnico del Comité de Cuenca Salí-Dulce estuvo realizando monitoreos en las aguas de los ríos tucumanos tributarios al embalse de Río Hondo y los resultados obtenidos no fueron los mejores, porque el oxígeno detectado en algunos cursos de agua fue cero.”
Lo que la nota informa es preocupante. Ya el mes pasado el pueblo santiagueño expresó su indignación ante los miles de peces que aparecieron flotando muertos en las aguas del dique El Frontal. Ahora esta nueva noticia sólo anuncia la inminente ejecución de nuevas matanzas masivas de animales acuáticos en la vecina provincia.
A la hora de buscar a los responsables de esta triste situación que afecta al normal desarrollo de las actividades agrícolas y pesqueras en la zona, todos saben cuáles puertas golpear: la de los ingenios que fabrican bioetanol. En efecto, los ingenios Santa Rosa, La Trinidad, Santa Bárbara, La Corona y, especialmente, La Florida han estado, a lo largo del año, arrojando nocivos deshechos a los ríos y arroyos que forman parte de la cuenca Salí-Dulce. Tan tremendo fue el desastre que causaron, que –tras la campaña de la prensa y los políticos de Santiago del Estero promovida para explotar el interés de la ciudadanía santiagueña por la salvación de la fauna ictícola– finalmente se consiguió que los industriales responsables de esos cinco ingenios se comprometiesen a tomar medidas reales para frenar la destrucción que impulsan. Hasta ahora se han visto a algunos ingenieros realizando obras de urgencia en los ingenios citados, pero la gente que habita en el área asegura que los horrendo olores que trajo la fabricación de bioetanol aún persisten, y que las aguas todavía se ven peligrosamente obscuras.
Junto a los deshechos de los ingenios, quienes empobrecen el agua de la cuenca Salí-Dulce son los efluentes cloacales, que empresas negligentes y corruptas como la SAT deberían de hacerse cargo pero que de hecho no lo hacen (como bien está probado con las plantas de tratamiento de líquidos cloacales que duermen en la ociosidad, siendo la planta de San Felipe el caso más ejemplar en ese sentido). La minera La Alumbrera de Catamarca, que cuenta con la vergonzosa autorización de la Universidad Nacional de Tucumán, contribuye también con el envenenamiento de las aguas locales. Los basurales que manchan el territorio a lo largo y ancho de la provincia –con Pacará Pintado a la cabeza– ciertamente aportan lo suyo para destruir nuestro medio ambiente y el de las generaciones futuras. Y no hay que olvidar al resto de las industrias de la provincia (la citrícola Citromax, la Compañía Argentina de Levaduras, la Papelera Sarandí, sólo por nombrar a algunas) que si bien no tienen el mismo poder ni el mismo capital que los gigantes azucareros, gozan si de la misma impunidad para causar daños ecológicos graves y salir libres de toda acusación. 

2 comentarios:

  1. al fin veo que alguien habla sobre esas fabricas de el manantial como la papelera y la de levaduras. son muchisimos los culpables de la destruccion del medio ambiente, tanto de nuestra provincia como el de las provincias vecinas.

    ResponderEliminar
  2. ¡Excelente artículo! Las desiciones económicas no reconocen los valores a largo plazo.

    ResponderEliminar