martes, 7 de septiembre de 2010

El interminable naufragio de San Pablo

San Pablo


El progreso y la superstición

San Pablo es una comuna rurbana de Tucumán situada a unos 8 kilómetros al sur de Yerba Buena y a unos 7 al norte de Lules. Actualmente viven allí alrededor de diez mil personas. Durante las últimas dos décadas la localidad creció significativamente en su aspecto demográfico, llegando casi a duplicar su número de habitantes en ese lapso. Este importante incremento poblacional se produjo ajeno a toda planificación comunal, lo que significó la proliferación de asentamientos marginales en diversos puntos del pueblo. Cientos de jóvenes familias, huyendo de la pobreza que agobia a los otros departamentos tucumanos, emigraron a San Pablo en los últimos 20 años con el propósito de probar suerte en la cosecha de limones o para buscar trabajo como personal doméstico en hogares y comercios de Yerba Buena o de San Miguel de Tucumán.
Hoy en día San Pablo, a causa de su crecimiento, padece de un evidente déficit en materia de infraestructuras. Algunos atribuyen este fenómeno a la clausura del ingenio San Pablo a mediados de la década 1990, que, tras una larga agonía iniciada en 1989, dejó a la ciudad naufragando en el abandono. Suponen que de existir la fábrica, ésta habría amortizado los cambios. Pero sostener eso es olvidar la historia.
En efecto, el ingenio de San Pablo –al igual que, lamentablemente, todos los demás ingenios tucumanos– nunca contribuyó verdaderamente a garantizar el bienestar de la población. Si junto a San Pablo tomamos los casos de Santa Ana y Santa Lucía, observaremos que esas imponentes fábricas operaron durante muchísimas décadas azotando al medio ambiente y explotando con dureza a los trabajadores. El notorio contraste existente entre la oligarquía azucarera y el resto de la gente que trabajó para ellos demuestra cuál fue la verdadera dinámica de desarrollo humano impulsada por los ingenios: de un lado la opulencia, el despilfarro y el lujo, y del otro la humildad, la moderación y la carencia; de un lado la eufórica ebriedad de sentirse capaz de construir el orden y moldear la ley gracias a estar parados sobre una montaña de dinero, y del otro la vergonzosa sobriedad de sentir que el propio porvenir depende de empresas que suponen que sus acciones productivas son un generoso favor que le hacen a la comunidad.
Ciertamente a fines del siglo XIX y principios del XX los ingenios se convirtieron en pintorescos parajes cuasi-europeos empotrados en medio del mundo subtropical. Los visitantes ilustres solían recorrer con entusiasmo estos lugares, maravillados al constatar que la técnica occidental avanzaba sobre regiones indómitas. Ello hizo que durante décadas las patronales derramasen un mínimo de sus ganancias para ejecutar programas de responsabilidad social empresarial de carácter más filantrópico que cívico. Es decir, detalles como las casas construidas por los ingenios destinadas a los empleados de mayor jerarquía, o los diseños territoriales propuestos por los industriales para organizar las localidades circundantes –cosas que aún siguen en pie en la actualidad– representaron siempre el poder que los dueños del azúcar tenían (y, en muchos casos, todavía tienen) sobre quienes trabajaban para ellos.
El tren y el Familiar, el progreso y la superstición, fueron los símbolos que representaron que el ingenio era capaz de dar y de quitar según su voluntad, fueron los símbolos que indicaron que miles de tucumanos crearon pueblos enteros –como San Pablo– no para habitar en ellos según las virtudes del régimen republicano, sino para que los industriales pudiesen ejercer su hasta hoy impune biopoder. 

Postales del Tucumán pavimentado

La habitabilidad en San Pablo es una cuestión precaria. La red de agua, por ejemplo, es insuficiente para varias zonas, por lo que los cortes crónicos del suministro o la presión escasa son moneda corriente. Los barrios Villa Rosario, Alberdi, Toledo y Colonia 4 son los que más padecen este problema. Mucha del agua consumida en esa parte del pueblo no es potable (no existe planta potabilizadora alguna en las cercanías); en su gran mayoría el agua proviene de una vertiente serrana, lo que hace que el líquido vital no sea lo suficientemente seguro para quien lo beba o se higienice con él.
Las cloacas parecen una excentricidad en San Pablo. La gente está condenada a vivir con pozos ciegos al borde del colapso o letrinas poco higiénicas.  
El humo de los incendios en época de zafra y las inundaciones que se apoderan de algunas callejuelas y se filtran en el interior de las casas son asuntos periódicos que parecieran inevitables, como si fuesen una suerte de castigo bíblico impuesto por algún pecado que nadie puede recordar.  
La electricidad resulta deficiente en algunas partes de la localidad, siendo muchas veces muy baja la tensión, especialmente en lo que respecta al alumbrado público. Las conexiones clandestinas, con todos los peligros que eso representa, son comunes en las áreas más carenciadas.
El gas natural es otro servicio casi ausente, lo que obliga a un amplio número de vecinos a vivir según los antojos de quienes controlan el negocio de venta de gas envasado. Después de que los Nougués –los dueños del ingenio por más de 100 años– se retirasen de San Pablo, muchos títulos de propiedad de los paulistas quedaron en una suerte de nebulosa legal, lo que en cierto punto impide hasta el día de hoy que se normalice el acceso al tan necesario gas natural.      
Lo curioso es que en San Pablo algo más del 50% de las calles están pavimentadas. Y recientemente corrió el rumor de que en instituciones educativas de la zona iban a entregar las famosas netbooks a los alumnos, pese al hecho de que las conexiones a Internet aún son imposibles en buena parte de San Pablo, debido a que los proveedores de ese servicio no han hecho las renovaciones correspondientes.
Un caso aparte es la Universidad San Pablo T, propiedad del grupo empresarial que lidera Jorge Rocchia Ferro. Esta institución –ubicada en el corazón de San Pablo, emplazándose y refuncionalizando los marchitos edificios del ingenio– no tiene ningún problema de gas, agua o electricidad y su conexión a Internet rara vez se cae. De lunes a viernes recibe decenas de alumnos y profesores residentes en otras partes de la provincia, cuya única relación con la comuna es el tránsito obligatorio por un par de calles para llegar desde la ruta hasta el interior del campus. 
Muchos memoriosos recordarán que en enero de este año la sede de la Delegación Comunal fue allanada por orden del Poder Judicial, pues sobraban las denuncias sobre manejos discrecionales y sobornos en torno al programa Argentina Trabaja. Ahora se anunció que Alperovich, con los ojos puestos en las elecciones del año que viene, entregará una partida especial de casi medio millón de pesos a las autoridades de esa misma Delegación para hacer obras “de impacto político”. Es decir, el futuro próximo de San Pablo se traduce en más pavimento, más corrupción y más naufragio.


pulso.tucuman@gmail.com

3 comentarios:

  1. DEBERIA ACTUALIZAR ESTA INFORMACION ESTAMOS EN 2012 Y SAN PABLO ESTA MUY DIFERENTE A COMO LO DESCRIBEN.

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    1. A mi me parece bastante igual. Suba información que demuestre lo contrario en materia de servicios de gas, luz, agua potable e Internet, y en materia de transparencia de gestión e infraestructura urbana. Gracias.

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  2. yo era chico cuando dejó de moler el San Pablo realmente era un verdadero gigante en su época de esplendor, sus 3 chimeneas humeantes era lo máximo, su playa para descargar la caña era imponente, nunca entendí porque lo cerraron en la actualidad son 15 ingenios y con el San Pablo eran 16, hoy solo queda el Concepcion como el mas grande de Tucuman,

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