miércoles, 14 de julio de 2010

Viaje al corazón de Pacostán

La nueva geografía de la Costanera

En Tucumán se llama “Costanera” a toda la zona urbana que se extiende a la vera oriental y occidental del río Salí en las localidades de San Miguel de Tucumán, Alderetes y Banda de Río Salí. Dicha zona es considerada un espacio periférico, pues un porcentaje importante de las personas que allí habitan no pueden satisfacer sus necesidades básicas.
En la actualidad esa área ha ganado mucha (mala) fama tras haber sido identificada por la prensa local como el lugar en donde existe la mayor concentración de vendedores de droga de la provincia. Con transitar los alrededores uno parece comprobarlo, ya que además de las casas donde se venden las drogas, la Costanera está poblada de adictos de diversas edades que si no pertenecen al vecindario, provienen de otras partes de la Capital, como también de localidades aledañas. La mayoría de estas víctimas de la droga son hombres de entre 10 a 25 años de edad, aunque también los hay más viejos... y más jóvenes. Tampoco faltan mujeres en esa condición, aunque su número es un tanto más pequeño en comparación al de su contraparte masculina.
Lo que principalmente se consume en la zona es el infame paco –una droga hecha a base de cocaína y otras sustancias químicas–, lo que hace que en el habla popular la Costanera se convierta en la “Pacostanera” o, simplemente, en “Pacostán”.


Drogas para el pueblo

Tradicionalmente la ciencia clasificaba de “estupefaciente” a toda sustancia química que provocase embrutecimiento moral y/o intelectual: se podía poner de esa manera en la misma bolsa al alcohol junto a la cocaína, o a las anfetaminas junto a la marihuana. Con el crecimiento de la farmacología y la modificación de los discursos médicos, el concepto de “estupefaciente” entró en una zona gris. De ese modo, por una serie de motivos éticos, económicos y políticos (o sea por diversas cuestiones ideológicas) que condicionan el desarrollo de la ciencia, se estableció que, a través de las políticas públicas para garantizar la salud de sus ciudadanos, los Estados tienen la obligación de controlar, regular e incluso prohibir toda sustancia que afecte al sistema nervioso de las personas. Nació así el concepto de “psicotrópico” para separar a las drogas según su grado de inocuidad o peligrosidad (una peligrosidad para el individuo que las consume determinada según ciertos criterios médicos-políticos).
Durante décadas los psicotrópicos circularon en el país, siendo consumidos principalmente por gente de clase media y alta. A partir de la década de 1990, el Estado argentino entró en un proceso de vaciamiento, retrocediendo en su influencia y responsabilidad sobre la sociedad civil. La educación, la salud y la seguridad que el Estado brindaba a la población sufrieron el empobrecimiento de su calidad. Paralelamente la oferta de drogas comenzó a crecer, aprovechando las mejoras tecnocientíficas que permitieron masificar un producto que hasta ese entonces era accesible sólo para ciertos grupos sociales, y tomando como consumidores a las varias generaciones que el Estado desertor había abandonado a su suerte. Así fue como Argentina pasó de ser un país de tránsito para las drogas a ser uno de consumo: “segundas y terceras marcas” de psicotrópicos antes inexistentes (entre las que se encuentra el paco) empezaron a emerger para satisfacer la demanda local. Como consecuencia los sectores populares comenzaron a ser víctimas del abuso del consumo de unas drogas que son mucho más velozmente destructivas que las que antes consumían.

Estado paralelo

Pacostán es un territorio no reconocido pero no por ello inexistente. Existe “de hecho” no “de derecho”. Pacostán tiene sus propias autoridades: los transas que venden son quienes ejercen el poder, pero para hacerlo necesitan de una cadena de influencias (punteros políticos, policías corruptos, jueces ineptos) que les permite conservar ese poder. Por encima de los transas están los proveedores, pues la hoja de coca de donde proviene la cocaína tiene que ser cultivada, cosechada y procesada en algún lugar antes de ser vendida.
El problema es que nadie sabe o nadie –que no pertenezca a la propia cadena de influencia de los transas– puede averiguar quiénes son los proveedores. En este punto se apunta en todas las direcciones: algunos dicen que los narcotraficantes de Bolivia, Perú, Ecuador y/o Colombia tienen “embajadores” en Argentina que, a través de la construcción de cadenas de influencias, venden o entregan droga a los transas locales para que éstos la fraccionen y la distribuyan con el fin de generar ganancias para todos los involucrados; otros dicen que los “embajadores” en realidad serían argentinos que, viendo la posibilidad de acceder a un negocio multimillonario, armaron cadenas de influencias para importar cocaína y venderla entre la población.
Lo que importa aquí es que, más allá de que al negocio de la droga lo manejen nativos o extranjeros, existen cadenas de influencias formadas por autoridades locales que miran para otro lado ante la presencia de los psicotrópicos. Dicho de otro modo, un negocio tan grande, que requiere de tanta logística y organización, que factura fortunas anualmente, no se desarrolla enteramente de manera clandestina, sino que se lleva a cabo con la complicidad de mucha gente que en principio sería la responsable de su desmantelamiento, pero que por beneficio propio no actúa en contra.

Madres de Plaza Independencia

Mientras la cocaína circula en el país, el sector mayoritario de Pacostán se extingue poco a poco, al mismo tiempo que nuevos individuos se convierten en “ciudadanos” de esa nación. Resulta entristecedor toparse con un adicto al paco: son muy delgados, les preocupa muy poco su aseo personal, su piel está avejentada y su rostro ha perdido su expresividad humana, especialmente su mirada.
En muchos casos los adictos al paco pueden llegar a ser peligrosos. Peligrosos, en primer lugar, para sus familias, a las que arrastran a una espiral de sufrimiento. Peligrosos, en segundo lugar, para cualquier persona poseedoras de bienes, pues la adicción al paco mueve a muchos a hacer cualquier cosa para obtener el dinero que los provea de drogas, lo que incluye tanto la venta de todas sus pertenencias como también el arrebato (con violencia o sin ella) del patrimonio de otras personas.  Peligrosos, finalmente, para ellos mismos, ya que el consumo reiterado de paco les provoca un profundo daño físico y psíquico, que guía a muchos al suicidio.
Los suicidios suelen ser vistos como eventos acaecidos en la esfera íntima, por lo que no se los tiende a considerar parte de la problemática social. Sin embargo, en este caso, las madres de aquellos que se han quitado la vida esperan que la sociedad piense en sus muertos como algo más que víctimas de sí mismos.
En la década de 1970, en Plaza de Mayo, se hicieron visibles un conjunto de mujeres que pedían conocer el paradero de sus hijos detenidos ilegalmente y desaparecidos por las fuerzas de seguridad y de defensa. Llevaban pañuelos blancos envolviendo sus cabezas. Con el tiempo esas señoras devinieron un símbolo internacional del sufrimiento que es capaz de generar la violencia política. Hoy en día, en Plaza Independencia, un conjunto de mujeres visitan periódicamente el lugar pidiéndole al gobierno (y a la sociedad) provincial que no olviden que sus hijos fueron víctimas de quienes venden a la muerte misma en pequeñas dosis. Sobre sus cabezas llevan pañuelos negros, y ya son un símbolo provincial del sufrimiento que es capaz de generar el narcotráfico.

La guerra contra la hidra

Hace unos meses, cuando las “madres del dolor” comenzaron a hacerse visibles en Tucumán, el propio gobernador Alperovich las recibió. En ese momento se comprometió a trabajar intensamente en contra del flagelo que representan las drogas. Un tiempo después el mismo gobernador reconoció implícitamente que no está dispuesto a hacer mucho para abordar el asunto, ya que la droga “no se va a erradicar nunca”. Y sostuvo algo que en enero de este año nosotros habíamos señalado: las actuales acciones en contra del narcotráfico sirven de poco, pues “si usted agarra a un dealer que vende droga, es una familia: va preso el padre; comienza a vender el hijo, va preso el hijo; comienza a vender el primo... es un tema que no se termina más”. Alperovich se dio cuenta que el animal nacional de Pacostán es la hidra, y que cada vez que le cortan una cabeza surgen dos nuevas para reemplazarla. Y sugirió que el adicto al paco es irrecuperable, pues dio a entender que es una suerte de entidad demasiada muerta como para estar viva y demasiado viva como para estar muerta.
Las madres de Plaza Independencia, ante la renuncia de Alperovich a la lucha, se sintieron lógicamente defraudadas. Sin embargo no han bajado sus brazos, y aún están dando vueltas, hablando con los jueces, los políticos y los policías que quieran escucharlas. Piden básicamente dos cosas: por un lado quieren que se abra un centro médico especializado –que funcione las 24 horas con un servicio de emergencias– para desintoxicar a los adictos, junto a espacios multidisciplinarios de atención orientados a reinsertarlos socialmente, y por el otro pretenden que la Policía Federal y la Gendarmería Nacional planten bandera en el área de la Costanera. Difícilmente el gobierno les hará caso, puesto que lo primero implicaría acercarse al sector de la salud con el que desde hace más de un año está abiertamente enfrentado, y lo segundo significaría reconocer que la seguridad ciudadana en Tucumán es desastrosa, y que al estar superadas las fuerzas locales la “sensación de inseguridad” no es un simple invento mediático como quieren los kirchneristas.
Por tanto las cabezas de la hidra siguen cayendo (ya hay más de 170 personas de Tucumán arrestadas en procedimientos de la DIGEDROP) y se pretende que ello calme un poco a la población. De cualquier manera –y esto es algo que la propia gente del Ministerio de Seguridad Ciudadana provincial ha admitido– al intensificar la lucha sólo se consigue que los vendedores de droga se reorganicen y modifiquen su mecánica para realizar sus operaciones ilegales. Se asiste así a la paulatina “favelización” de Pacostán.

pulso.tucuman@gmail.com

3 comentarios:

  1. muy cierto y acertado el planteo y la exposicion del tema, pero en base a su propio contenido parece que el problema no va a tener solucion .-

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  2. muy cierto y acertado el planteo y la forma de exponerlo, pero pero lleva a concluir, dado lo expuesto, que el problema no va a recibir ninguna solucion .-

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