viernes, 13 de agosto de 2010

Crónicas de la guerra dulce

El origen de la cadena de la especulación

Una vez más se montó una operación para hacer escasear el azúcar y una vez más se acusó a los cañeros independientes de ser los culpables del asunto. Por ese motivo desde PULSO nos vemos obligados, una vez más nosotros también, a utilizar el blog para decir lo que usualmente se calla.
Sucede que, desde enero de este año, se viene produciendo un proceso crónico de escasez de azúcar, acompañado de una escalada de los precios finales del producto. Este fenómeno no es signo de un comportamiento normal de los mercados, sino que, por el contrario, es un testimonio bastante evidente de la manipulación de los mismos. Detrás de todo el movimiento del azúcar hay una larga cadena de especulación que involucra a muchos partícipes, pero cuyo origen es bastante fácil de identificar: los industriales.

Los conjurados

Toda esta situación irregular no es más que una maniobra de los ingenios destinada a elevar los precios de venta de su producción y fijarlos en cifras aterradoramente altas para un producto perteneciente a la canasta básica de alimentos.
Todo comienza en 2005, año en que los principales productores del mundo de caña de azúcar (Brasil, Australia y Tailandia) comenzaron a fabricar bioetanol de manera masiva. Ello disminuyó las cantidades de azúcar que las potencias azucareras exportaban y provocó que hubiese menos azúcar disponible para que los países que no son productores pudieran abastecerse del dulce alimento, por lo que los industriales de países como el nuestro se vieron con la posibilidad de encontrar en el extranjero una mayor demanda de su producción que en épocas anteriores. Históricamente el precio de la tonelada de azúcar destinada al mercado interno fue siempre superior al del azúcar destinada a la exportación, por lo que en Argentina sólo se exportaban (y a pérdida) los excedentes. Pero gracias a la disminución de producción generada por el bioetanol esa tendencia comenzó a revertirse. La cantidad de azúcar exportada fue creciendo año a año desde el 2005, y alcanzó su punto más alto en 2009 (en enero de este año hubo un pico de alza, que hizo que el azúcar de exportación valiese $ 3000 la tonelada, frente a los $ 2400 del azúcar de mercado interno); por esa causa en 2010 se produjo la escasez, ya que en los años anteriores los faltantes de azúcar eran cubiertos por lo producido en zafras anteriores: en 2007 fue el excedente de 2006 el que cubrió la demanda, en 2008 el de 2007, y en 2009 el de 2008, pero para 2010 casi todo el excedente de 2009 ya había sido exportado.
Ahora bien, la fiebre exportadora se debe a un arreglo entre industriales, especialmente entre un grupo de industriales que no compiten entre si, sino que se alían para controlar los precios. Esa colusión que apuntamos no es una denuncia nuestra, pues en esta provincia los industriales la anuncian abierta e impunemente. Veamos por qué lo decimos. Alejandro Poviña, el máximo responsable de los negocios de los ingenios que posee Atanor (Marapa, Concepción y Leales), dijo el 12/06/09: “Una de las salidas a la sobreoferta, que presiona el precio interno hacia abajo, son las exportaciones. Hay que dejar de entregar azúcar blanco al mercado para disminuir la oferta; de esta forma, se puede alcanzar un buen precio a futuro”. Allí anunció claramente lo que se desencadenó meses después.
Hay que comprender que para que lo que sostiene Poviña funcione, es necesario que todos los industriales se comprometan a hacerlo, de lo contrario el asunto fracasa para quien se larga a especular turbiamente. Vale decir no es lo mismo que un solo ingenio “deje de entregar azúcar blanca al mercado”, a que si lo hacen cinco, diez o los quince ingenios que funcionan en Tucumán (y que producen el 60% del azúcar que se consume en el país). Supongamos que si sólo diez ingenios deciden especular, entonces habrán cinco que les arruinen la estrategia diseñada para manipular el precio, cubriendo ellos parte de la demanda que los otros no cubren, y haciéndolos perder ganancias por estar esperando en lugar de lanzarse al mercado. Por ello, para que el plan Poviña tenga éxito, todos deben obrar del mismo modo.
Frente a esta artimaña el gobernador Alperovich, como era esperarse, está del lado de los ingenios codiciosos. El 23/06/09 dijo sin ambigüedades sobre las industrias que no se subieron a la ola especuladora: “Hay dos o tres ingenios que actualmente no están cumpliendo con estas medidas. No vamos a permitir que el esfuerzo lo haga el 90% de los industriales, y haya dos o tres vivos que no quieran exportar”. El ministro Jorge Gassenbauer reforzó la amenaza al día siguiente: “La idea es que cumplan todos con la exportación, y que no haya hijos y entenados en la actividad. Los que exportan están haciendo un esfuerzo que debe ser compartidos por todos”.
Las industrias golosineras fueron las primeras en comprender que los ingenios retenían azúcar para hacer crecer el precio a nivel local, puesto que la crecida del precio a nivel internacional les da respaldo suficiente a los industriales azucareros como para no tener que vender urgentemente su producción y así tener un margen para manipular el precio en Argentina. Sólo el grupo Arcor, productor de su propia azúcar, guardó silencio entre la gente de las golosinas. 
De ese modo, al controlar la exportación de azúcar, los industriales controlan los precios del mercado interno. Tal vez fueron las represalias de Alperovich y Gassenbauer, o tal vez fue la explosión del precio internacional del azúcar en 2009 lo que convenció a esos tres ingenios díscolos; lo cierto es que ahora el pueblo tucumano (y el argentino) paga más de la cuenta por la codicia de una pandilla económica.

La maquila y el maquillaje

Durante el pasado mes de julio se multiplicaron las protestas de cañeros independientes. Reclamaban que se establezca un sistema de maquila para la producción de bioetanol, además de pedir una mejora en los precios de su caña (transformada en azúcar o en alcohol) que los ingenios exportan. Lo último lo consiguieron, aunque no en las condiciones que habían planteado, pero lo primero les fue negado.
La maquila es un sistema de producción basado en la cooperación empresarial que tiene por destino fortalecer economías regionales de carácter agrícola, ya que pone a todos los productores de un rubro (pequeños, medianos y grandes) dentro de un esquema de ayuda mutua. Es decir la maquila intenta equilibrar una cadena productiva. El problema es cuando uno de los miembros de esa cadena decide pisotear a los demás. Tal es el caso de los industriales azucareros, que se han aliado con los sectores obreros para erosionar a los cañeros.
En este ámbito quien es más pequeño es quien peor lo pasa. Usualmente los pequeños cañeros tienden a vender su caña a compradores que especulan con la misma. A estas aves negras se las llama “compradores independientes”, pero de independientes tienen muy poco, ya que suelen trabajar (o al menos estar financiados) por los ingenios. Esos compradores –que se manejan con warrants– son el principal instrumento para controlar la oferta, por ello el cañero Otto Gramajo, titular de CACTU, dice ante las acusaciones de Julio Colombres, presidente del CART: “Resulta que cuando cae el precio somos responsables por las sobreofertas, y ahora que el precio sube somos culpables del faltante. Eso no es así.”

La intacta mano que da de comer

El enfrentamiento entre el gobierno tucumano y el gobierno nacional cada vez que se impone un cupo a la exportación de azúcar es un clásico. Cuando el precio de venta de azúcar al exterior es favorable, los industriales azucareros salen desesperados a vender todo lo que pueden, ocasionando escasez a nivel local; lógicamente el gobierno nacional tiene que pensar en la mayoría que se ve afectada por la decisión de unos pocos, y por ese motivo limita la cantidad de toneladas de azúcar para exportación.
Este año el secretario de Comercio Interior de la Nación, Guillermo Moreno, procedió a frenar la salida del azúcar del país y amenazó con liberar la importación del endulzante. Tal decisión fue sorpresiva, aunque la repercusión no fue tan fuerte como se esperaría normalmente.
El rumor es que Moreno y los industriales consensuaron (aunque no públicamente) las medidas. Por ese motivo Alperovich, quien como buen gobernador tucumano aliado a la plutocracia azucarera debería estar con los industriales, se puso del lado de la Nación. Así el gobernador queda exento del dilema de tener que decidir si morderle la mano a quien le da de comer en la provincia o hacerlo a quien se lo da en la nación.
La medida de Moreno afecta principalmente a los cañeros. A éstos los aterra, sobre todo, el tema del levantamiento de barreras a la importación, lo que significaría un grave jaqueo contra la industria nacional.

Industrias del siglo XIX en el siglo XXI

Los miles de peces muertos que aparecieron flotando en el dique El Frontal de Santiago del Estero generaron una gran indignación entre los habitantes de la vecina provincia. La prensa de allá martilló unos días con el asunto caldeando los ánimos. Finalmente el ombudsman santiagueño, apoyado por el gobernador de su provincia, decidió tomar medidas drásticas. Consecuentemente amenazó con llevar el tema a la justicia federal, cosa que espanta a Alperovich y su grupo pues casi no tienen poder sobre ella.
Las autoridades tucumanas no pudieron recurrir a las explicaciones absurdas que suelen sostener y tuvieron que reconocer que son los ingenios los que, principalmente, ocasionan la matanza al verter efluentes que reducen las cantidades de oxígeno en el agua. Jorge García Mena, el ombudsman provincial, trató de poner en perspectiva el asunto, y sostuvo que la clausura de un ingenio sería un evento trágico como el cierre de los once ingenios en 1966, por lo que llamó a los santiagueños a no precipitarse. Empero, ¿en Santiago del Estero actúan de un modo “antitucumano”?
Quienes verdaderamente obran en contra de Tucumán son los ingenios. Es cierto que son una fuente de dinero para la provincia, y es cierto que miles y miles de personas viven directa o indirectamente de lo que ganan los ingenios, pero aún así ello no borra el hecho de que laceren a Tucumán. Y no lo hacen solamente a través de la explotación de cañeros y zafreros, también lo hacen al no garantizar la justicia intergeneracional.
El plan de los industriales tucumanos parece ser crecer y crecer hasta que algo los obligue a detenerse. Recién allí pensarán en una nueva estrategia para generar más ganancias. Con todo lo que los ingenios ganaron el año pasado, bien podrían los industriales efectivizar una auténtica modernización de sus fábricas. Pero no lo hacen, simplemente aguardan a chocarse frente a un muro que los haga frenar su violenta marcha.
Parece ser que no sólo hay que exigirles a los ingenios que mejoren su programa de control de efluentes líquidos, que combatan la polución ambiental y los ruidos molestos que ocasionan, que se abstengan de utilizar agroquímicos prohibidos en otras partes del mundo debido a su peligrosidad para quienes entran en contacto con ellos, también hay que exigirle lo básico, como que hagan obras de infraestructura para que las plantas no se caigan a pedazos (como recientemente sucedió con el ingenio Aguilares). Los ingenios tucumanos viven en una impunidad casi absoluta, ni siquiera fingen interés por la comunidad mediante la promoción de programas de responsabilidad social empresarial, mediante el apego a planes de aggiornamiento industrial ecológico, o mediante de la repetición de la frase “desarrollo sustentable” hasta que pierda sentido. El Familiar duerme a un costado, viejo y desdentado, sin trabajo frente a una sociedad que renunció a la lucha. 
A los industriales azucareros hay que exigirles que dejen atrás el siglo XIX y se adapten al siglo XXI, por el bien de todos los tucumanos y santiagueños argentinos.    

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